jueves, 22 de diciembre de 2022

El Romanticismo inglés: Mary Shelley, Lord Byron y Jane Austen

MARY SHELLEY

Antes de centrarnos en la biografía de Mary Shelley es interesante que conozcamos también a su madre, Mary Wollstonecraft: ¡Haz clic!



Ahora veamos este vídeo sobre su célebre hija, la escritora: Mary Shelley: ¡Haz clic! y este tráiler de una película rodada sobre su vida: ¡Haz clic!


PARA TENER EN CUENTA MIENTRAS LEEMOS FRANKESTEIN:

Mary Shelley escribe la novela con 17-18 años y la publica poco después, en 1818 sin firmarla con su nombre. Desde el principio, se pone en duda que la haya podido escribir una mujer y se le atribuye, sin ningún dato que lo sostenga, a su marido, el poeta Percey Shelley. De hecho, muchos años más tarde, cuando ya la obra se había impuesto por su indudable calidad y el matrimonio había declarado que la había escrito Mary, muchos siguieron afirmando que no podía ser más que obra de su marido, creyéndola incapaz de ser la verdadera autora. 

Cuando van tomando fuerza las sospechas de que es obra de una mujer, las críticas al libro se centran en el género de su autora. The British Critic afirma que todos los defectos que tiene la novela son causados por el hecho de haber sido escrita por una mujer y acaba con las siguientes palabras: "El autor, tenemos entendido, es una mujer; eso supone un agravante de lo que es el mayor error de la novela; pero si la autora ha podido olvidarse de la delicadeza de su sexo [al atreverse a escribir una novela y encima, de terror], no hay razones para que nosotros la recordemos; y por tanto, despacharemos la novela sin más comentario" [ella se ha olvidado del hecho de que una mujer no debería andar haciendo estas cosas, así que nosotros se lo recordaremos, despreciando lo que ha escrito]. Hoy día, su novela se considera una obra fundamental de la historia de la literatura, la visión aguda y compleja de una pensadora que ha ensanchado la interpretación del mundo. 

Cuando la empezó a escribir a los 17 años, Mary ya se había fugado con Percey Shelley, un poeta casado, se había lanzado con él a recorrer Europa en unas condiciones muy precarias, había dado a luz a una niña que murió con solo dos meses y se había enterado de que la mujer de Percey se había terminado suicidando. Paralelamente a esta vida de tanta intensidad, Mary tenía una formación intelectual extraordinaria y el germen del feminismo y la revolución en las venas (no hay que olvidar quiénes fueron sus padres). Desde muy niña y durante toda su juventud, leyó, leyó y leyó (literatura, filosofía e historia), sentada junto a la tumba de su madre. 

Nadie, ni antes ni después, podría haber escrito Frankestein con la misma combinación de amplitud intelectual, profundidad moral e intensa experiencia personal. Hoy día, su obra vuelve a estar de plena actualidad, situándose en el centro de muchas conversaciones sobre ciencia y tecnología contemporáneas. De hecho, se considera a Mary Shelley una de las creadoras del género de la ciencia ficción, especialmente en el caso de las novelas que giran hacia la distopía. 

Hoy día, que está casi al alcance de la mano la posibilidad de clonar seres vivos y hasta la de dar vida a una inteligencia artificial externa a los seres humanos, la sociedad encara un progreso que, al mismo tiempo, presenta riesgos reales y una sucesión que cuestiones éticas, que estaban todas ya presentes en la novela de Mary Shelley:

- ¿Quién decide las prioridades de los avances científicos?

- ¿Hay alguien que controle un posible mal uso de la ciencia?

- ¿Quién va a adelantarse a los posibles problemas o consecuencias que pueden conllevar estos avances para tratar de evitarlos antes de que puedan ser irreparables?

- ¿A quiénes en concreto, van a beneficiar esos avances?

- ¿Cuál es el objetivo último de los inventos o creaciones científicas actuales?

- ¿Serán mayores los beneficios que sus posibles consecuencias?

- ¿Podría entonces la ciencia ser tan destructiva como constructiva?

Con su subtítulo, El moderno Prometeo, Mary remite al mito en el que el Titán roba el fuego (que representa el conocimiento) al Zeus olímpico para entregárselo a los mortales y acaba sufriendo las consecuencias de sus actos. El castigo terrible al que es sometido, que un águila le devore las entrañas a diario, es una metáfora de que el conocimiento también causa pesar y dolor. (Alfred Nobel supo de cómo un invento generado para el bien, acabó convertido en combustible para fabricar bombas). En su libro, Mary no solo menciona a Prometeo, también al libro del Génesis en el que se recoge la existencia en el paraíso de dos árboles: cuando se consume el árbol de la vida, se cae en la inconsciencia, y por eso se vive con felicidad. Pero si el ser humano come del árbol de la ciencia, consigue conocimiento pero con él a menudo llega el dolor. Por tanto, ya desde la Biblia hebrea se plantea que el conocimiento expulsó al ser humano del paraíso por su soberbia y arrogancia.

Frankestein: "El conocimiento solo logró aumentar mi pesadumbre. ¡Ojalá me hubiera quedado en el bosque sin saber ni sentir nada más que hambre, sed o calor!

Otra posible lectura de la novela es que trata de la propia creación de la novela, de la propia actividad de escribir, de crear personajes. Del mismo modo que el doctor Frankestein (Víctor) ensambla músculos, tendones y otras partes del cuerpo de su criatura, así Mary Shelley ensambló las palabras, imágenes y símbolos para crear su historia. De hecho, en la introducción que escribe para la novela, llama a sus personajes "monstruosa progenie", "concebidos" por ella. La imaginación humana es capaz de crear su propio universo imitando a Dios.

En cualquier caso, en la actualidad, no hay día en el que un blog, un periódico, un podcast, una película o un libro, aludan a Frankestein para describir que el progreso de la humanidad va por mal camino si no atiende a la ética, a la moral y a la búsqueda del bien individual y colectivo, lejos del ego y la soberbia de quienes ven en la ciencia una ambición personal o un interés egoísta.


Aquí os dejo también dos textos muy interesantes de dos escritoras españolas actuales: dos artículos periodísticos en los que Elvira Lindo e Irene Vallejo reinterpretan en clave actual la obra más famosa de Mary Shelley.


ELVIRA LINDO (El País05 FEB 2023)

 Lo que podemos aprender de Mary Shelley

Parece que hemos establecido una división insalvable entre pecadores e inocentes, así que más vale apuntarse al señalamiento de cualquier chivo expiatorio para situarnos en el bando de los libres de pecado

La historia es tan asombrosa que ha sido mil veces contada: hace dos siglos, una joven que apenas contaba dieciséis años, Mary Wollstonecraft Godwin, se escapa del hogar paterno para unirse al poeta Percy Bysshe Shelley y juntos emprenden un viaje que provocaría gran escándalo en la sociedad londinense y dejaría en ella una gran herida emocional por la pérdida de dos hijos y la del propio poeta, que falleció muy joven.

Pero en aquella experiencia trastornada y temeraria capitaneada por Lord Byron también hubo belleza, entrega, pasión, y producto de esa convivencia artística desatada nacería una de las criaturas más extraordinarias de la literatura, ya convertido en mito: el monstruo de Frankenstein, que Mary Shelley, ya con el apellido de su marido, publicaría en 1831. 

El cine ha distorsionado la idea que nos hacemos del monstruo creado por un joven médico que, cegado por la ambición de ser el creador de una vida, cose cadáveres en un laboratorio. Pero la criatura resultante no será hermosa, sino un ser deforme, provocador de terror y repugnancia.

Lo inaudito es que a una joven de tan solo 17 años se le ocurrieran dos ideas extraordinarias que transgredían las convenciones morales y que trascienden el valor puramente literario de esta obra. Shelley es una visionaria que anticipa la idea de que un hallazgo científico debe obedecer a una ética y que sin límite puede desencadenarse el desastre. No se queda ahí la originalidad de su pensamiento: la autora le ofrece al monstruo la oportunidad de explicar las razones de su crueldad y de implorar piedad. El discurso en boca de ese pobre engendro vuelve a ser necesario en este presente que vivimos, en mi opinión extremadamente punitivo y revanchista, porque incide en el derecho que debe tener el reo a ser escuchado ante un jurado, ante la sociedad o ante su Dios creador.

Fue, sin duda, Mary Shelley una anticipada a la idea progresista, ahora en desuso, de la reinserción o como queramos llamar a que los individuos que han delinquido gocen de segundas oportunidades. No es casualidad que la autora fuera hija de una de las fundadoras del feminismo, Mary Wollstonecraft, y de un precursor de la pedagogía, William Godwin, personas con una inusual capacidad para adoptar posiciones incómodas y huir de lo convencional. ¿Qué sería ahora lo convencional? Lo convencional es que tanto a derecha como a izquierda solo encontremos alivio si el castigo al que delinque es despiadado y no dudemos en unirnos a los que tiran piedras contra quien ya está siendo linchado públicamente. Sean aquellos que se ven respaldados por causas nobles o esos otros que han descartado el perdón de su implacable religión de pacotilla parece que hemos establecido una división insalvable entre pecadores e inocentes, así que más vale apuntarse al señalamiento de cualquier chivo expiatorio para situarnos en el bando de los libres de pecado.

Hay una serie impactante, Happy Valley, ya en la última temporadaque gira en torno a la vida de una policía local que ve alterada su existencia por obra de un asesino repugnante. Pues bien, en esta serie creada por una talentosa guionista y directora, Sally Wainwright, se le concede al monstruo un momento confesional en el que cuenta con pocas pero reveladoras palabras ese hondo dolor que le carcome y le empuja a la destrucción del prójimo. En esa breve secuencia esencial para entender al personaje podemos calibrar por qué el corazón de un ser humano puede verse infectado por la maldad. Se percibe que Happy Valley está escrita por una mujer, no porque nos abrume con un discurso feminista, sino por el trazo fino y sensible con el que están dibujados los personajes. Aunque la historia es durísima, prevalece la compasión, y todo el tiempo sobrevuela la idea, defendida históricamente por tantas mujeres valientes, de que ninguna criatura nace con un pecado original. “Yo era afectuoso y bueno” —dice el monstruo de Shelley—, ”la desdicha me convirtió en un malvado. Hacedme feliz y volveré a ser bueno”.


IRENE VALLEJO (Milenio, 02 DIC 2023)

Benditos monstruos

La literatura de terror alude a una pulsión humana muy primitiva, ancestral, común a todos los individuos: el temor al distinto.




El miedo nos asfixia, nos ciega, ofusca y paraliza la mente. A primera vista, resulta inexplicable nuestro apetito por las historias de terror. Nace de un deseo contradictorio: ante el umbral de una temida y excitante revelación, nos estremecemos de curiosidad y turbación. Cuando nos asusta una película, nos tapamos los ojos, pero abrimos rendijas entre los dedos para espiar lo espeluznante. Deseamos conocer lo secreto y a la vez intuimos el peligro. En el temblor de los cuentos late la sombra del monstruo.

Dos mujeres fueron pioneras de la novela de terror moderna: la española María de Zayas y la inglesa Mary Shelley, que hibridó oscuros relatos góticos del pasado con la naciente ciencia ficción. De forma fulgurante, lo siniestro irrumpió en la amansada realidad cotidiana, territorio familiar para las escritoras, excluidas durante siglos de la vida pública, centinelas del hogar, de sus rutinas y ruinas. Quizá por eso fue durante décadas un género tachado de infantil y menospreciado. Cuando Mary inventó a su criatura más famosa en 1816, ya infringía los códigos de su época al vivir con el poeta Percy B. Shelley y tener hijos sin casarse. Los prejuicios sociales afectaron a las ventas del libro y la autora fue condenada al ostracismo. Como afirma su biógrafa Charlotte Gordon: “A principios del siglo XIX, las mujeres artistas eran monstruosas por definición”.

La mirada de Mary Shelley hacia su protagonista es siempre compasiva. Aunque popularmente lo llamamos Frankenstein, en la novela carece de nombre propio, más allá de demonio, miserable o desgraciado. Rechazado por su creador Víctor Frankenstein, representa la orfandad y el anhelo de compañía, en un eco de la infancia solitaria de la propia escritora. Huyendo del laboratorio de Ingolstadt donde despertó a la vida, encuentra cobijo en el cobertizo de una granja. A fuerza de observar a escondidas a los habitantes de la casa, aprende a hablar, leer y escribir. Aunque conoce la carne, elige ser vegetariano. Lector ávido, devora libros de Plutarco y Goethe. Se vuelve culto, sagaz y sensible, pero también consciente del espanto que provoca su aspecto. La parte más conmovedora de la novela relata cómo la sociedad defrauda al monstruo. Al verlo, todos se horrorizan y lo expulsan a golpes. Incluso cuando salva la vida a una niña, el padre dispara contra él. Sus intentos por aproximarse a los seres humanos terminan de forma violenta y cruel.

En la película Frankenstein, clásico dirigido por James Whale, una multitud enfurecida, empuñando antorchas y ansiedades, tortura al desgraciado en el bosque. Conscientemente, la sobrecogedora escena evoca los linchamientos de negros en Estados Unidos. Whale, abiertamente homosexual en aquellos años treinta, se identificó no con la horda de furiosos ciudadanos sino con la víctima, injustamente atacada por ser extraña e insólita. En El espíritu de la colmena, del maestro Víctor Erice, otra niña descubre que el auténtico peligro procede de esos adultos de mirada inclemente, no del monstruo acorralado.

La palabra “monstruo” comparte raíz con el latín monstrare, “señalar con el dedo”, ese índice apuntado hacia lo diferente, hacia aquello que invade nuestros arraigados mapas de la realidad. Por tanto, es el dedo que apunta y rechaza el que crea al monstruo. En cambio, “normal” proviene de norma, el nombre latino de la escuadra, un instrumento de carpintería destinado a fabricar objetos en serie, todos iguales. El ser imaginado por Mary Shelley encarna lo contrario: pieles cosidas y órganos entretejidos, un cuerpo múltiple que nacía a una nueva vida.

La literatura de terror alude a una pulsión humana muy primitiva, ancestral, común a todos los individuos: el temor al distinto. En palabras de H. P. Lovecraft: “La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”. Todavía nos resulta difícil convivir alegremente con la diferencia, reconocer su belleza y fortaleza, su variedad fabulosa y festiva. Los presuntos monstruos nos invitan a inventar otras reglas de juego: no es casualidad que diversión provenga de diversidad.

FRANKESTEIN Y EL CINE


Veamos ahora una selección de sus mejores adaptaciones cinematográficas: ¡Haz clic!

Una versión de 1931: ¡Haz clic!

Otra en clave de comedia: ¡Haz clic!

Aquí el tráiler de una versión moderna: ¡Haz clic!


Cuestiones para la reflexión:

a) ¿Se usa en Frankestein la estrategia del relato enmarcado?

b) La novela de Mary Shelley es considerada como una de las cimas de la novela gótica. Veamos algunas de sus características:

1. Los ambientes amenazantes: Lugares de encierro; construcciones laberínticas o que guardan historias sucedidas en el pasado; cementerios y laboratorios.

2. Personajes siniestros: Seres nocturnos, en algunos casos arrastrados por la locura o la enfermedad; personajes de ultratumba con personalidades múltiples; fantasmas o vampiros.

3. Temáticas: Lo demoníaco; las luchas entre las fuerzas del bien y del mal; la razón por la locura. 

4. La naturaleza: En general presentan paisajes urbanos de ciudad y paisajes salvajes o inexplorados (son estos los que los románticos toman de base para situar la acción).

c) Clasificación de los personajes:

Personajes redondos: Víctor Frankenstein, el monstruo.

Personajes planos: Elizabeth, William, Alphonce Frankenstein (padre de Frankenstein), henry Clerval, Ernest, Justine, Felix, Agatha, el anciano De Lacey, Safie, Kirwin, Robert Walton, Margaret.  

Personajes testigos: Robert Walton, Ernest, Willliam

Personajes principales: Víctor Frankenstein, el monstruo. 

Personajes secundarios: Henry Clerval, Alphonce Frankenstein, Elizabeth

Personajes de fondo:  Felix, Agatha, Safie, el anciano De Lacey, Margaret



LORD BYRON

Para terminar, nos acercaremos a una de las biografías más representativas del Romanticismo, la del poeta inglés Lord Byron: ¡Haz clic!




JANE AUSTEN

Para conocer mejor a Jane Austen leeremos estas dos informaciones, en busca de la respuesta a estas dos preguntas:

- ¿Por qué se considera feminista a esta autora? ¡Haz clic!

- ¿Por qué sigue atrayendo tanto su obra a las mujeres de hoy en día? ¡Haz clic!



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